sabes mi trágica devoción a las leyendas
de príncipes encantados...
Sabes que una música melodiosa y un canto suave me hacían sollozar,
y que una palabra de afecto me hacía esclava de otra alma, y sabes, también,
que todo lo que soñé tuvo una realidad desgarradora.
Una campana impiadosa repite la hora y me hace comprender
que vivo, y me recuerda, también, que sufro, Nada tengo, nada dejo, nada pido.
Desnuda como nací me voy,
tan ignorante de lo que en el mundo había.
Sufrí y es el único bagaje que admite la barca que lleva al olvido.
22/02/10 04:37 am.